Ajusta la temperatura y el almacenamiento adecuado
El primer paso para conservar la carne fresca durante el invierno es mantener una temperatura constante entre 0 °C y 4 °C. Aunque el frío exterior pueda ser intenso, no conviene bajar más la temperatura del frigorífico: un exceso de frío puede resecar la superficie y alterar el color de la carne.
Guarda la carne en la parte inferior del frigorífico, donde la temperatura es más estable. Si has comprado varios tipos (ternera, pollo, cerdo…), sepáralos por tipo y usa bandejas o recipientes independientes.
Evita el contacto directo con el aire: usa film transparente, papel encerado o envases con tapa hermética para mantener la humedad natural.
Si la carne está envasada al vacío, no la abras hasta el momento de cocinarla. Este sistema mantiene la carne protegida del oxígeno, lo que alarga su vida útil y preserva su sabor durante más días.
El aire frío reseca la carne más rápido que el calor: protegerla bien es la clave para mantener su textura natural.
Cuándo y cómo congelar correctamente
Si no vas a cocinar la carne en los próximos dos o tres días, la mejor opción es congelarla lo antes posible. La frescura del producto en el momento del congelado determina su calidad al descongelar.
Divide las piezas en porciones individuales o del tamaño que suelas usar para no tener que descongelar más de la cuenta.
Envuelve cada porción en papel film y después en una bolsa específica para congelación, eliminando el aire interior.
Etiqueta con la fecha y el tipo de carne para un mejor control.
Cuando llegue el momento de usarla, descongélala siempre dentro del frigorífico, nunca a temperatura ambiente ni bajo el grifo: el cambio brusco de temperatura rompe las fibras y reseca la carne.
Conservar la carne fresca en invierno es sencillo si se respetan tres principios básicos: temperatura constante, envases adecuados y tiempos de consumo razonables.
Al proteger las piezas del aire seco y del exceso de frío, garantizas que mantengan su jugosidad y sabor natural. Así, cada corte se conservará tierno, apetitoso y listo para disfrutar en tus platos de temporada.
Congelar no estropea la carne si se hace bien: el secreto está en la rapidez del proceso y en evitar que entre aire.
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